viernes, 20 de septiembre de 2013

1.4.3 Estado


Para su transcripción en el Avance Programático:

El concepto académico tradicional de Estado, lo define como una "agrupación humana, fijada en un territorio determinado, en la que existe un orden social, político y jurídico orientado hacia el bien común, establecido y mantenido por una autoridad dotada de poderes de coerción."

Esta definición fue elaborada por André Hauriou en su libro Derecho Constitucional e Instituciones Políticas, publicado en 1980.

Este concepto puede ser analizado en sus distintos elementos:

1. Agrupación Humana: término sociológico que se refiere a un grupo complejo, en el sentido que es un grupo que comprende muchos otros. El Estado es una sociedad de personas naturales que constituyen el elemento humano o poblacional del mismo.

2. Territorio: el Estado lo requiere como condición, es determinado, mutable, conocido y con cierta delimitación.

3. Regido en asuntos de interés común: Se definen una serie de materias o temas públicos, que son aquellos que interesan a toda la comunidad.

4. Conjunto de autoridades dotadas de poder de coerción: se advierte una diferenciación de funciones al interior del Estado: Gobernantes (autoridades) y Gobernados (confieren legitimidad a los gobernantes). Los Gobernantes tienen facultades para hacerse obedecer en caso de no acatamiento y en último término por la fuerza (por medio de sanciones).

Elementos del Estado

Los elementos básicos de cualquier Estado son:

·         Población, el elemento humano del Estado.
·         Territorio, el espacio físico del Estado
·         Gobierno o poder político para lograr sus fines.

 

Fines y Funciones del Estado 


Si consideramos al Estado como una forma de vida social humana, políticamente organizada, resulta entonces que el Estado tiene como fin propio la construcción, conservación y mantenimiento de la comunidad política, es decir, proporcionar las condiciones necesarias para que pueda darse y subsistir la convivencia humana.

En otras palabras, el fin propio y objetivo del Estado es el bien común, esto es, la satisfacción de las aspiraciones e intereses colectivos y permanentes de la comunidad.

A su vez, el Estado, en cuanto estructura cuyos elementos esenciales son el poder público, la población, el territorio y el ordenamiento jurídico, debe ejercer determinadas funciones para alcanzar la realización de sus fines, distinguiéndose tradicionalmente tres funciones fundamentales: la función administrativa o ejecutiva, la función legislativa y la función jurisdiccional.

Es importante señalar que el poder estatal es uno solo, y por ello no puede hablarse de división de poderes. Lo que sí es posible distinguir son diversas manifestaciones en que se desarrolla dicho poder. Ellas son las funciones del Estado, que corresponden a las diversas formas en que actúa el Estado en el plano jurídico, para el cumplimiento de sus tareas. Es un concepto jurídico que se encuentra relacionado con el ejercicio del poder.

La función ejecutiva tiene por objeto poner en ejecución las leyes aprobadas en el Parlamento. Esta función puede subdividirse en una función administrativa, que ejecuta las resoluciones adoptadas en ejercicio de las competencias de gobierno, y que se relaciona con el funcionamiento de los servicios públicos, limitado jurídicamente; y una función política o de gobierno, que es aquella vinculada a las decisiones más relevantes en la conducción del aparato público.

La función legislativa es aquella que produce la ley, la cual se encuentra radicada en el Parlamento, órgano donde se desarrollan el debate y aprobación de los cuerpos legales, y que se estima representativo de la voluntad ciudadana, por cuanto sus miembros son elegidos por elección popular.

La función jurisdiccional tiene por finalidad expresar el Derecho, correspondiendo a los Tribunales la misión de hacer justicia resolviendo conflictos, declarando derechos y castigando a los delincuentes.

Información complementaria

Concepción marxista del Estado

Para Carlos Marx, el Estado no es el reino de la razón, sino de la fuerza; no es el reino del bien común, sino del interés parcial; no tiene como fin el bienestar de todos, sino de los que detentan el poder; no es la salida del estado de naturaleza, sino su continuación bajo otra forma. Antes al contrario, la salida del estado de naturaleza coincidirá con el fin del Estado. De aquí la tendencia a considerar todo Estado una dictadura y a calificar como relevante sólo el problema de quién gobierna (burguesía o proletariado) y no el cómo.

Los marxistas afirman que cualquier Estado tiene un carácter de clase, y que no es más que el aparato armado y administrativo que ejerce los intereses de la clase social dominante. Por tanto, aspiran a la conquista del poder político por parte de la clase trabajadora, la destrucción del Estado burgués y la construcción de un necesario Estado obrero, como paso de transición hacia el socialismo y el comunismo; una sociedad donde a largo plazo no habrá Estado, por haberse superado las contradicciones de las fuerzas productivas y luchas entre las clases sociales. Asimismo, se discute sobre la viabilidad de la eliminación de las condiciones de la existencia burguesa, supuesto para el paso de la sociedad enajenada a la comunista.

Concepción weberiana del Estado

Hay otra definición importante, desarrollada por Max Weber, donde el territorio no es el elemento distintivo del Estado, como tampoco la comunidad humana, sino más bien el ejercicio monopólico de la violencia, lo que distingue al Estado como institución moderna: "Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del derecho a la violencia". (Max Weber, La política como vocación).

Entonces para Max Weber, el Estado es una agrupación que debe entenderse a partir de los medios que usa, es decir, la violencia. Ya que no es posible definir a una agrupación política a través de la indicación del fin de sus acciones como agrupación. (..) Por ello sólo se puede definir el carácter político de una agrupación solamente a través de los medios que son únicamente propios de ella, pero que sí son específicos e imprescindibles para su ser: la fuerza.

El Estado, en este sentido, se debe entender como estructura de dominación, como relación entre gobernantes y gobernados, como relación de poder. En el análisis de la dominación, definida por Weber como la “posibilidad de encontrar obediencia a un mandato o una orden de contenido determinado en unas personas determinadas”, pueden encontrarse tres motivos por los que el hombre acepta el sometimiento. Tres fuentes de la legitimidad, que se tratan de "tipos ideales": rara vez, por no decir nunca, se encuentran en la realidad en estado puro.

·         La legitimidad tradicional, que se basa en la fe, en el carácter venerable de un poder ancestral, donde la persona obedece a quien manda de acuerdo a una larga tradición.

·         La legitimidad carismática, que se funda en la devoción que se tiene a quien manda, debido a sus capacidades mágicas, a su heroismo o a su fuerza espiritual. Los ejemplos que da Weber de esta dominación son el héroe, el profeta y el demagogo. El hombre carismático genera discípulos.

·         Finalmente, la legitimidad racional funda la obediencia política en el acatamiento de normas. De esta manera, se obedecen mandatos, leyes, reglamentos, y no a una persona en particular. El ejemplo más claro de esta forma de dominación es, según Weber, la dominación burocrática.

La conferencia titulada “la política como vocación” fue pronunciada por Max Weber en la Universidad de Munich, en el año de 1918, donde advierte Weber que no se trata de una toma de partido por los asuntos quemantes del día, sino de establecer una reflexión sobre la figura del hombre político.


Weber se concentra en la dominación carismática, pues en ella se expresa la idea del llamado político. Debe distinguirse claramente ese llamado --palabra que sugiere un ingrediente religioso-- de la mera ocupación ocasional en la política. La vocación política puede expresarse de dos maneras: uno puede vivir para la política o bien uno puede vivir de la política.

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