Para
su transcripción en el Avance Programático:
Nace con la aparición del hombre en la tierra en la
que la mayor parte de los medios de producción y especialmente la tierra son de
propiedad común. Su desarrollo conforma diferentes formas de organización
social:
La horda es la forma más simple de la sociedad, son
nómadas, no se distingue la paternidad, son un grupo reducido. El clan, por su
parte, es un modelo exogámico, cuyos miembros eligen su pareja. La tribu
comprende un gran número de aldeas y se caracteriza por la posesión de un territorio
determinado, un dialecto definido, una cultura homogénea y una organización
política definida.
Las investigaciones arqueológicas de los
últimos decenios han dado lugar a multitud de nuevos descubrimientos que han
enriquecido considerablemente las nociones científicas sobre la historia de la
sociedad primitiva. Los nuevos datos permiten representarse tanto el grado de
dependencia del hombre primitivo respecto a las condiciones naturales como el
carácter de las modificaciones del hábitat ya en los albores de la historia de
la sociedad humana.
Se conocen
indicios del empleo del fuego por el hombre primitivo por los hallazgos
de espesas capas de cenizas en las grutas en que habitaron los sinántropos. Así
pues, el hombre primitivo del paleolítico superior podía obtener sin gran
trabajo fuego y emplearlo con largueza
en la condimentación de los
alimentos y para calentarse en tiempo frío. Con ello la necesidad de fuego se
hizo ya tan indispensable y habitual que incluso en las épocas en que
desaparecía la vegetación forestal –principalmente fuente de materia prima para
los fogones y hogueras- el hombre aprendió a utilizar como combustible los
huesos de los grandes mamíferos. Hogares contenidos carbones óseos se han
encontrado en muchos estacionamientos del paleolítico inferior.
El hombre del paleolítico superior aprendió a
contrarrestar las condiciones naturales desfavorables no solo con ayuda del
fuego. Sabía acondicionar las pieles de los animales y hacer de ellas
vestimentas. Así lo confirman igualmente los números buriles óseos y líticos,
puntas con las que practicaban los agujeros en los sitios de costura, y también
agujas de hueso alfileteros asimismo de hueso conteniendo surtidos de agujas
con las que se cosían dichas pieles.
Por último, uno de los medios más importantes
para superar las inclemencias naturales fueron las viviendas primitivas. Ya los
paleantrópidos, predecesores del tipo humano contemporáneo, conocían rudimentos
de edificación. En las grutas se han hallado obras de piedras evidenciadoras de
que en el interior de las cuevas se construían barreras y cercas con las que el
hombre se defendía de la intemperie y de las fieras.
En el paleolíticos superior la vivienda del
hombre primitivo adquirio ya amplia difusión. Solia tener forma redondeada, con
un diámetro de 4-6 m en la base; era algo así como la yurta siberiana. El
armazón de la obra consistía en varas de madrea y huesos grandes de mamíferos,
en especial del mamut, y también de colmillos. A menudo la base de tales
moradas se afianzaba con auxilio de cráneos y mandíbulas inferiores de mamut.
Algunas viviendas alcanzaban 10 o más metros de longitud por el eje mayor. Con
frecuencia estas complejas obras iban acompañadas de pequeñas chozas
periféricas, semienterradas, habitables, o de depósitos para guardar la reserva
de alimentos.
Así pues, en el transcurso de la adaptación
al cambio de las condiciones naturales, el hombre primitivo alcanzó no pocos
éxitos. Ello constituyó una de las premisas indispensables para que se
extendiera a latitudes más septentrionales. A su vez, los adelantos técnicos
fueron resultado de un desarrollo ya bastante complejo de la organización
social, expresada en la constitución del régimen de comunidad primitiva.
Paralelamente a dicho procesos, avanza asimismo la formación de las provincias
locales de las culturas materiales del hombre primitivo, que se diferenciaba
una de las otras por las peculiaridades étnicas y la composición de las
herramientas. Por consiguiente, el paleolítico superior no sólo fue la primera
gran etapa del desarrollo biológico del hombre, sino también del desarrollo
social de la humanidad primitiva.
Constituyo un período en el que el hombre
conquistó muchos espacios. Sin embargo, el proceso de asentamiento del hombre
prehistórico se caracterizó por una gran desigualdad en el tiempo. Ello se
debió a diversas causas: a las diferencias de la organización social en las
distintas etapas del desarrollo de la
sociedad primitiva, a la diversidad en el grado de desenvolvimiento de la
cultura material y a la variedad de las condiciones naturales.
En el paleolítico superior los hombres del
régimen de comunidad primitiva no sólo podían establecerse ya en zonas de
condiciones naturales rigurosas, sino que aprendieron también a salvar grandes
espacios acuáticos. En este periodo aparecen estacionamientos en el norte de
Siberia y también en América del Norte. Durante este periodo en el hemisferio
austral, probablemente con ayuda de balsas y pasando de una isla a otra, el
hombre llegó a Australia.
Este complejo proceso de asentamiento del
hombre primitivo por la superficie de la Tierra es uno de los rasgos
geográficos más radiantes en el desarrollo de la acción recíproca entre la
sociedad primitiva y el medio natural. Cabe considerarlo asimismo como la etapa
“embrionaria”, primigenia de los descubrimientos territoriales en la historia
del conocimiento geográfico de la Tierra por el hombre. El inicio de los
conocimientos geográficos en dicha etapa queda marcado por la aparición de
diseños rudimentarios representando islas, ríos y lagos. En este proceso de
asentamiento del hombre primitivo por la tierra parece que se centran, como en
un foco, todos sus adelantos, todos los progresos de su cultura material, el
desenvolvimiento de sus relaciones sociales y el ascenso intelectual en
general. En otras palabras, ese brillante rasgo geográfico fue al mismo tiempo
símbolo y criterio de desarrollo de la propia sociedad primitiva.
Con el paleolítico superior termina el largo
período inicial de formación de la sociedad primitiva. Todo el conjunto de
datos arqueológicos y paleogeográficos muestran que dicho período se
caracterizó por el intenso influjo de los procesos naturales como de su cultura
material (Valichko, Gvozdóver, 1969; Velichko, 1971). Aunque el influjo inverso
–la acción del hombre sobre el medio natural- todavía era reducido, cabe
señalar que ya en esa temprana etapa paleolítica se observan manifestaciones
embrionarias, las raíces, de lo que habría de reforzarse considerablemente ya
en el neolítico. De tal modo, en su propio hábitat, el hombre paleolítico
merced de la caza iba modificando las correlaciones en la composición de las
especies del mundo animal.
Existe incluso la opinión de que el hombre
fue la causa principal de la extinción de los mamuts. Lo más probable, sin
embargo, es que los hombres primitivos suscitasen visibles microcambios del
paisaje en los alrededores de las estaciones fundamentalmente. Por ejemplo, con
auxilio de los datos palinológico –obtenidos mediante el análisis del polen- se
logra establecer el brusco crecimiento
de las plantas herbáceas resistentes al pisoteo en las etapas aculturadas. Ya
en el paleolítico superior aparece una herramienta de cavadura, la azada de
hueso. La invención del arco y la flecha en el mesolítico señalo que el hombre
primitivo había obtenido una nueva arma, trascendental, que le permitía
recurrir a nuevas forma de caza y aumentar la cantidad de los alimentos
procurables.
En el neolítico aparece el hacha de piedra;
su perfeccionamiento está relacionado con el dominio de los métodos de taladro
y pulimentación. El hacha de piedra enmangada se convierte en una de las
herramientas más importantes, y la azada de hueso con astil permite cultivar el
suelo.
Surgimiento de la agricultura y la ganadería en la
sociedad primitiva.
El neolítico marca el tránsito a una nueva
etapa de la sociedad primitiva, cuando a la par de las tribus de cazadores y
recolectores de plantas primitivos aparecen las tribus que empiezan a ocuparse
de la agricultura y la ganadería. Este proceso, titulado por algunas obras de
“revolución neolítica”, data según los hallazgos arqueológicos sólo de los
tiempos neolíticos. La cuestión de que si la ganadería se desarrolló
históricamente a la par con la agricultura o si la precedió, queda esclarecida
por una nueva luz en las indagaciones contemporáneas.
El paso de la economía de la apropiación a la
de la producción se tradujo de modo distinto en las diferentes regiones. En
muchas zonas, la agricultura hizo su aparición antes que la ganadería, y en
determinadas condiciones (por ejemplo, en América Central y Meridional) su
desarrollo posterior prosiguió de manera independiente.
Con toda la multiplicidad de variantes del mencionado
proceso, para su característica general, tiene importancia básica la propuesta,
hecha por Federico Engels, de subdividir la historia primitiva “en período de
apropiación dominante de productos creados por la naturaleza, período de
establecimiento de la ganadería y la agricultura, y período asimilativo de los
métodos para aumentar la obtención de productos de la naturaleza mediante la
actividad humana”.
En el desarrollo histórico de la acción
recíproca entre la sociedad primitiva y el medio natural, la aparición de la
agricultura constituye uno de los jalones más importantes en el camino que
lleva desde la adaptación simple a la naturaleza con extracción de productos
útiles para el consumo, hasta el cambio activo de la naturaleza circundante. A
su vez, las diferencias del entorno físico pertenecen a las premisas
fundamentales que explican las peculiaridades regionales del surgimiento y la
difusión de la agricultura en los estadios iniciales de su desenvolvimiento.
Para el nacimiento de la agricultura fue de
importancia primordial la existencia, en las zonas dadas, de plantas silvestres
especialmente aptas para el cultivo. El esclarecimiento de las zonas donde
nación la agricultura es objeto de intensas investigaciones científicas en las
que se emplean los datos y métodos de la arqueología, de la paleobotánica, de
la lingüística, de la geografía histórica y otras disciplinas. Es importante
señalar que el papel de ciertos factores naturales en el desarrollo de la
agricultura y de la ganadería cambia de manera esencial con el desarrollo de
sociedad primitiva, el perfeccionamiento de las herramientas de trabajo, la
adquisición de nuevos hábitos de gestión de economía, el acopio de los
conocimientos respectivos, el incremento de la población y demás.
Es notorio que la sociedad primitiva se
caracterizó por un bajo nivel técnico de la agricultura si se compara con las
primeras sociedades de clase. Al mismo tiempo es esencial que ya en la comuna
primitiva aparecen rudimentos de cultura agrícola, a cuyo desarrollo está
vinculada en adelante la asimilación de tierras para el cultivo. La herramienta
básica del labrador primitivo era la azada (de hueso, de madera, con filo de
piedra, y más tarde de metal). Genéticamente ligado a la azada, parece también
en ciertos lugares de la comuna primitiva el arado prehistórico, más desempeña
todavía un papel secundario.
En una etapa relativamente tardía del
desarrollo de la sociedad primitiva, se establecen en forma elemental diversas
relaciones entre la agricultura y la ganadería, vinculadas de uno y otro modo a
las peculiaridades locales del medio natural. Sirvió, a este respecto, de
premisa indispensable para el surgimiento de la ganadería la presencia de
animales salvajes aptos para el amansamiento y aclimatación doméstica, así como
la existencia de condiciones naturales propicias para la cría. En este sentido
difieren de modo radical las condiciones naturales de Europa y Asia, por
ejemplo, en comparación con las de América del Norte y del Sur. La falta de
animales que pudieran ser domesticados y empleados como fuerza de tiro en la
agricultura, fue la premisa natural para el desarrollo del laboreo de azada en
América Central y Meridional, no relacionado (a diferencia de la agricultura
europea) con la ganadería.
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